Yacimiento arqueológico de Mojácar la Vieja


La privilegiada situación del cerro de Mojácar la vieja, favoreció la ocupación desde la época prehistórica, documentándose en su base un asentamiento de dicha época. No obstante, los restos arqueológicos actualmente visibles pertenecen al periodo andalusí, cuando el cerro fue ocupado por las primeras comunidades islámicas. La cima del cerro está coronada por un aljibe de grandes dimensiones, extendiéndose las viviendas, de una forma escalonada, por la ladera sur y sureste. El asentamiento se organizaba al menos en dos partes: un gran castillo desde media ladera hacia arriba,  y el poblamiento donde vivía la mayoría de la población, en la parte más baja, hasta el pie de monte.

El castillo tenía dos recintos: A media ladera puede seguirse el trazado de una potente muralla que rodeaba por completo el cerro con quince torres. Una de ellas tiene dentro la puerta con el acceso en recodo. Para subir había una rampa con escalones que se desarrollaba entre dos torres. Justo al entrar por la puerta encontramos viviendas de la segunda fase del yacimiento, muy probablemente ya del siglo XIII. Sin embargo, en la zona donde se ha excavado a más de dos metros, se han descubierto restos de otras viviendas anteriores que fueron derribadas para construir las nuevas elevando el nivel de uso. También han aparecido cuatro silos para el almacenamiento de grano y una tubería de cerámica (un atanor) que servía para recoger las aguas de lluvia y almacenarla en tinajas. El recinto superior ocupa la cima del cerro, donde se encuentra el gran aljibe de una sola nave construido de cal y cantos. El cuerpo interno del aljibe tiene una longitud de 17,6 m., una altura de 4,1 m. y una anchura de 4,27 m. con una capacidad aproximadamente de unos 400 m3 de agua.

En excavaciones posteriores han aparecido diversas estancias, una calle empinada y escalonada y un posible zoco, ubicado justo delante de la entrada al castillo. Así mismo, se han encontrado restos de un horno de pan, de carácter comunitario y una estancia que, gracias a los materiales arqueológicos recogidos, podemos determinarla como lugar de almacenamiento.

El abandono de Mojácar La Vieja se produce en la segunda mitad del siglo XIII  ante la inestabilidad del cerro. La muralla de tapial calicostrado sufrió importantes daños por este motivo, como también algunas de las viviendas que tienen sus muros desplomados a favor de la pendiente. Sus habitantes intentaron construir contrafuertes y muros de contención, pero parece que no fue suficiente. Ni siquiera la potente muralla y sus torres pudieron sujetar el terreno y finalmente se hizo una reforma improvisada con mampostería de yeso, probablemente cuándo ya habían decidido mudarse al nuevo emplazamiento.